viernes, 30 de agosto de 2013

SETIEMBRE

¿A qué suena este mes? ¿A qué sabe setiembre?
Para mí, setiembre es le mes de la nostalgia: mi piel todavía rezuma el disfrute de las vacaciones y me columpio en el recuerdo de mis paseos por la playa, mis idas y venidas por los puertos del sur, mis lecturas reservadas durante el largo invierno, mis risas en días sin fin y mis silencios en madrugadas de luna y mar.
Setiembre es el mes de la melancolía: mis sentidos todavía echan de menos aquellos paisajes, aquellas voces, aquellos olores, aquellos roces que fui descubriendo con la parsimonia del vaivén de las olas.
Por eso, quizás, setiembre sea para muchos el mes de la tristeza, porque durante estos primeros días todavía están muy recientes los adioses, los billetes de vuelta, las ventanas cerradas y las maletas guardadas, todavía siguen muy presentes las vivencias y en cada centímetro de nuestro cuerpo todavía siguen latiendo las vibraciones que han hecho de este verano un momento especial y han hecho de nosotros alguien especial.
Setiembre es el mes idóneo para echar de menos, para hacer esas promesas que no nos atreveríamos a hacer en ningún otro mes del año, para reír o llorar las fotos, para pronunciar las despedidas más amargas y también para revivir lo vivido (Siempre me lo he preguntado: ¿que se hace con más intensidad: vivir o revivir?)
Setiembre es un reencuentro con tu vida, porque el verano, las vacaciones, no nos engañemos, no forman parte de la vida, no forman parte del año. El verano, las vacaciones son esa nube en la que nos subimos para volar alto y respirar, respirar con calma, sin prisas. Esa nube que nos permite viajar -nunca mejor dicho- y nos ayuda a desconcetar, a disfrutar, a descansar y a descubrir -es lo que llamo yo vacaciones en 4D-. Esa nube que vamos alimentando durante el año y que nos retroalimenta para seguir viviendo.
Setiembre es una vuelta a casa, a tu casa, a tu cama, a tu almohada, a tu café, a tu baño, a tus olores, a tus costumbres y a tus manías, a tus paisajes y a tus tiempos.
Setiembre es un regreso a tu cuerpo y a tu mente, a tu realidad y a tus sinsabores, a tus amigos y a tus espacios, a tus rutinas y a tus alicientes de siempre.
Setiembre es un punto y aparte, un capítulo cerrado, un año acabado. Aprendemos las estaciones cantando primavera, verano, otoño, invierno, y nosotros le damos la vuelta porque hay algo que siempre, año tras año, se acaba con el verano, se acaba con la llegada de setiembre.
Pero setiembre, paradójicamente, también es el mes de la esperanza. Setiembre es el incio de algo, de un nuevo curso, de una nueva andadura, y eso siempre confiere esperanza a nuestro caminar.
Setiembre es el mes de los propósitos, de los proyectos, de los retos. Como enero, sí. Pero setiembre tiene algo diferente, algo especial. Setiembre arrastra la vitalidad del verano y eso nos da más fuerzas para actuar; setiembre arrastra las últimas olas del mar, los últimos rayos del sol, los últimos días largos, días de ocio y traquilidad, y eso siempre ayuda para encarar lo que está por llegar.
Setiembre es catarsis, ese ritual necesario para comenzar, para volver a comenzar: tinte y corte de pelo, cremas nuevas y nuevas perspectivas. Cada año es lo mismo pero cada año setiembre supone algo nuevo: nuevo curso, estuche nuevo, libros nuevos, compañeros nuevos, expectivas nuevas y nuevas ilusiones.
Setiembre es ave de paso.
Es tiempo de cambio (de los insoportables calores a los nuevos fríos; de lo sudores estivales a los primeros temblores otoñales; de la larga claridad a la oscuridad temprana; de los blancos, turquesas y rosas a los marrones y morados; de la ropa ligera y corta a los tejidos envolventes más largos y tupidos); es tiempo de renovación (renovar carnet del gimnasio, renovar proyectos, renovar tradiciones) y es tiempo de incertidumbre (¿qué me deparará este nuevo "año"?)
Setiembre es una vuelta de hoja, es una hoja en blanco, un capítulo nuevo. 
Setiembre huele a nuevo...
Setiembre sabe a preludio...
Setiembre suena a ilusión...