domingo, 23 de diciembre de 2012

RISAS DESPERFUMADAS (o mi deseo para esta Navidad)

"El 2 de agosto estaba de puta madre: en la playa, de vacaciones, con la familia... El 5 de agosto me notaba rara, débil, con dolores por todas partes, como resfriada. Y el 10 de agosto, mi vida había cambiado por completo". Con estas pocas palabras, mi amiga Olga me describió, en una mezcla de rabia, impotencia y resignación, su bajada a los infiernos. A partir de ese "resfriado" sin importancia en plena canícula y después de un episodio en el que su hija pequeña se estaba quitando el esmalte de las uñas con acetona y sintió arder su garganta, después de pasar varias fases e infinidad de pruebas, lo que empezó siendo una alergia o una intoxicación alimentaria, acabó siendo el Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple (SQM), o lo que es lo mismo y para lo entendamos sin problemas, "una dolencia que afecta sobre todo a mujeres y provoca malestares neurológicos (migraña, confusión, sensación de desconexión), erupción cutánea, sensación de ahogo y problemas de irritación de mucosas. Los culpables son múltiples agentes químicos (de ahí su denominación) comunes en la vida diaria, como productos de limpieza, colonias, disolventes, ciertos alimentos, medicamentos y radiaciones electromagnéticas. Los afectados manifiestan reacciones a estos agentes a un nivel que es tolerado sin más problemas por el resto de la sociedad." (http://www.consumer.es/web/es/salud/atencion_sanitaria/2012/01/09/205959.php)

Le dieron la baja y no pudo reincorporarse en setiembre a trabajar, como lo hicimos el resto de las compañeras. Sin saber qué decir ni qué pensar ante el alud de información que nos iba llegando de manera inconexa (no sale de casa, lleva una máscara como las que se ven en la tele después de una explosión en una central nuclear, no puede moverse, no puede hablar, no puede respirar), decidí escribirle un correíto electrónico. Quería decirle que, a pesar de no saber exactamente qué le estaba pasando, yo estaba con ella, que pensaba en ella y que quería verla; me daba igual si llevaba máscara o no, si tenía que ir a verla a algún sitio especial o si tenía que hacer algo diferente. Yo sólo quería verla y qué me contara qué le sucedía. No quería hacer caso de esos comentarios que se basaban en las suposiciones o en la propia ignorancia. Y después de varios mails, por fin, leí "cuando quieras, te desperfumas y nos vemos en la playa". Y en ese momento, empezó lo que las dos bautizamos como "RISAS DESPERFUMADAS" (buen título para una novela, ¿no les parece?). Enseguida, me puse manos a la obra: aparte de unas recomendaciones que ella me dio para llevar a cabo el protocolo de "desperfumación" (ya lo sé, esta palabra no existe pero, ¿cuál es el antónimo del verbo "perfumar"? Esto nos da la clave para saber que hay muchas cosas que están ocurriendo en este mundo, muchas enfermedades raras -me atrevería a decir- que son padecidas por muchas personas y que todavía no son reconocidas por las instituciones competentes -¿o incompetentes?-. En fin...), consulté una web que encontré navegando en busca de más información http://mi-estrella-de-mar.blogspot.com, blog pionero en SQM. Si quería verla y que todo fuera bien en nuestro primer y ansiado encuentro en la playa, tenía que seguir las pautas a rajatabla. El primer paso era desterrar de mis quehaceres diarios y durante unos cuatro días todas esas acciones que incluyeran un contacto -por mínimo que fuera- con componentes químicos. Eso significaba que tenía que olvidarme, para empezar, de todas mis cremitas y mis cosméticos: nada del gel o del champú de siempre (tenía que utilizar uno especial, sin olor y sin nada de nada, cien por cien natural), nada de mascarilla suavizante para el pelo; nada de tónico ni antiojeras, nada de crema antiage ni fond de teint, nada de iluminador ni colerete ni rímel ni loción corporal hidratante, reafirmante, antiestrías (tan solo podía utilizar, en sustitución de todo eso, aceite de almendras); nada de pasta de diente blanqueador, con sabor a menta y fresa (me recomendaron una pasta de caléndula), nada de desodorante de marca, con perfume y de efectos prolongados (a cambio, un esprai con una especie de agua hecha con sales minerales naturales, sin aluminio ni nada). También tenía que lavar con bicarbonato la ropa que tenía pensado ponerme para ese encuentro para que se fueran todos los olores procedentes de los detergentes y los suavizantes hechos con sustancias químicas. Y si era posible, que esa ropa fuera de algodón o de algún otro tejido natural. Ah, y por supuesto, nada de colonias o perfumes (¡¡¡a mí me ha pedido eso, a mí, que no puedo salir de casa sin mi Eau!!!)
Cuatro días llevando a cabo esos pasos, a rajatabla y sin saltarme ninguno, para no oler a nada y que mi amiga no me rechazara nada más verme. Cuatro días sin mis potingues, sin mis cremitas, sin mis suavizantes, sin mis perfumes. Nada de nada. Los escondí para no caer en la tentación, para no decir "total, por unas gotitas no pasará nada". Cuatro días yendo a trabajar y pensando que olía a truenos (o eso me parecía a mí). Cuatro días yendo a trabajar con el pelo hecho un estropajo (o eso me parecía a mí). Cuatro días con la ropa en bicarbonato. Cuatro días poniéndome en la piel de mi amiga: si todas renuncias que tenía que hacer durante cuatro días me parecían un suplicio, ¿qué debía de sentir ella?, ¿cómo debía vivirlo ella sabiendo que, de momento, iba a ser para el resto de su vida?, ¿cómo era su día a día?, ¿y el de su familia: su marido, su hija pequeña, sus padres, el resto de su familia y de sus amigos?, ¿cómo se podía sentir ella sabiendo que, cada vez que quisiera ver a alguien, tenía que decirle lo mismo que me dijo a mí: "cuando quieras, te desperfumas y nos vemos en la playa"? Ya se acabaron para ella los encuentros en algún bar para echar unas cervezas y unas risas; ya se acabaron, de momento y hasta que no se encuentre una respuesta a todas dudas y a todos los vacíos que plantea el SQM, las sesiones de cine en su delicioso Verdi; ya se acabaron las jornadas veraniegas en las playas atestadas de gente y de bronceadores químicos; ya se acabaron los paseos por la ciudad, ir de compras, ir en metro o en autobús. Ya se acabaron los viajes en avión. Ya se acabaron los viajes. Y los museos. Y los teatros. Y las representaciones de su hija. Porque en todos esos sitios hay gente. Y donde hay gente, hay productos químicos: perfumes, jabones, cosméticos, ambientadores, detergentes, suavizantes, geles, lacas, desodorantes, velas perfumadas, conservantes químicos, pesticidas, plaguicidas... Y contra todo eso, mi amiga (y un montón de gente más) tiene que luchar sabiendo que las autoridades no están por la labor...

Aquel domingo de octubre, al encontrarnos en la playa (yo, lo reconozco, expectante, nerviosa, temerosa de haber hecho bien el protocolo "RISAS DESPERFUMADAS" y llena de todo el cariño que sentía por ella), recibí el mejor piropo que jamás me habían echado: "¡Qué bien, no hueles a nada!"

PD. A ese encuentro le han seguido un montón de correos electrónicos y otro encuentro más en la playa en el que, bajo un delicioso sol de otoño y más guapa, más activa y más segura que nunca, me comunicó que le iban a dar el alta (sin comentarios) y que solo quería una cosita para Navidad: SALUD, SALUD Y MÁS SALUD.

Este también es mi deseo, no solo para esta NAVIDAD sino para el resto del año y de los años que nos quedan por vivir.

¡FELIZ NAVIDAD y gracias por leerme!