sábado, 25 de mayo de 2013

PORNOGRAFíA


pornografía.
(De pornógrafo).
1. f. Carácter obsceno de obras literarias o artísticas.
2. f. Obra literaria o artística de este carácter.
3. f. Tratado acerca de la prostitución.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

obsceno, na.
(Del lat. obscēnus).
1. adj. Impúdico, torpe, ofensivo al pudor. Hombre, poeta obsceno. Canción, pintura obscena.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

pudor1.
(Del lat. pudor, -ōris).
1. m. Honestidad, modestia, recato.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

Esto es lo que dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española acerca del término”pornografía” y es que llevo varios días dándole vueltas al asunto. Y todo a raíz de una interesante y reveladora conversación sobre el tema en cuestión.
Resulta cuanto menos inquietante la cantidad de mentes un tanto pueriles y herméticas que pululan por este no menos inquietante mundo y que asocian el susodicho concepto a otros términos relacionados con el sexo. Y es que, no sé exactamente por qué razón, cuando se enseñan (a través de la imagen, de la palabra, del pensamiento o del propio comportamiento) unos cuantos centímetros de piel, ya estamos pensando en clave pornográfica. Y, si, encima, esos centímetros de piel pertenecen a determinadas partes del cuerpo humano y son destinados, entre muchas otras cosas, al placer, la calificación y la clasificación quedan más que ratificadas. Y aquí viene mi primera pregunta: ¿dónde está la frontera entre esa muestra, esa parcela sensual, erótica, seductora, elegante, sutil, estimulante, y esa frívola provocación obscena, indecente, pecaminosa, desgarrada, peligrosa, aberrante, de mal gusto, sucia y completamente perniciosa? ¿Qué centímetro marca la diferencia? ¿Qué pliegue de piel hace de umbral entre una zona y otra? Y, quizás, la pregunta más importante, ¿cómo son esas mentes que tachan un escrito, una imagen, un pensamiento o una actitud de una manera u otra alzándolo a las más excelsas cumbres con halagos y parabienes o relegándolo al más oscuro ostracismo a través de la descalificación y el agravio?
Porque, ya puestos y atendiendo a las definiciones de la RAE, vamos a hablar de manera seria y concienzuda de eso que tanto quebraderos de cabeza está provocando últimamente a más de uno. Vamos a hablar de PORNOGRAFÍA, con mayúsculas.
¿Pornografía? ¿Qué es pornográfico?
Pornográfico es pertenecer a un organismo público -supuestamente al servicio de los ciudadanos, que vela por el bien común y considerado modelo de actuación, de gestión y de administración- y trabajar, actuar y, lo que es más peligroso, pensar como si esa institución fuera una herramienta para el propio uso y disfrute; vamos, para conseguir unos beneficios propios y alimentar y aumentar aquello que llaman “propiedad privada”, ya sea en forma de actuaciones crematísticas, asuntos inmobiliarios, beneficios fiscales o, sencillamente, en forma de influencias y poder. ¿Les suena todo esto? ¿Hay que poner nombres y apellidos? ¿Es necesario ser más explícito?
¡Eso sí que es pornográfico!
Pornográfico es pertenecer a una institución de carácter religioso (ONG, asociación, centro educativo, fundación o la propia iglesia), erigirse en salvaduarda o paradigma de ciertos valores e infringir descaradamente no solo las leyes sociales, las que marca la propia Constitución, sino también las leyes internas, los mandamientos. Y esto sí que es obsceno. Empezando por el primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas. ¡Cuántos egos desmesurados y desbordados me he encontrado yo por estos lares, egos que practican esa especie de onanismo perverso (sólo se quieren a sí mismos) sin tener en cuenta que ellos también están al servicio de algo o de Alguien. ¿Y qué me dicen del 6º y del 9º? No cometerás actos impuros ni consentirás pensamientos ni deseos impuros, o, lo que es lo mismo, pederastia, pajas mentales y no mentales, infidelidades matrimoniales... ¿Sigo? ¡Eso sí que es pornográfico! También están el mandamiento de No robarás ni codiciarás los bienes ajenos (¿a qué nos estamos refiriendo aquí?, ¿al chalé del vecino, al coche del vecino, al cargo del vecino, a la mujer del vecino...?). Sin comentarios. Pero el que más me divierte y me inquieta al mismo tiempo es el 8º: No levantarás falsos testimonios ni mentirás. ¡Cuántas veces me he encontrado en medio de estos tinglados solo porque alguien necesitaba “limpiar” su nombre o su cargo! Está muy claro: el/la que incurre en una de estas faltas anteriormente mencionadas (robar, ultrajar, blasfemar, codiciar, deshonrar), por narices tendrá que levantar falsos testimonios o tendrá que mentir porque es obvio que el/la que incurre en estas faltas anteriormente mencionadas carece de honestidad, humildad y sinceridad.
¡Y eso sí que es pornográfico!
Pornográfico también es pertenecer a una de las instituciones más importantes y sagradas para el ser humano, la familia, y poner por encima de ella banales subterfugios (imagínense ustedes lo que quieran porque aquí cabe todo) hasta el punto de atentar contra la convivencia, el respeto y el amor.
¡Eso sí que es pornográfico!
Pornográfico es prostituirse a cambio no sólo de dinero sino también a cambio de poder, de influencias, de impunidad o de autoridad. Pornográfico es vender las ideas y los ideales (si alguna vez se tuvieron), el valor y los valores (si alguna vez existieron) por un puñado ¿de qué? De lo que sea.
¡Eso sí que es pornográfico!
Pero, sin duda alguna, lo que me parece más pornográfico de todo en cuanto al género humano se refiere es la maldad. Y no me refiero a esa maldad evidente y pública, esa que sale en los informativos en forma de atentados, asesinatos múltiples o, simplemente, guerras civiles e internacionales. No. Me refiero a esa maldad gratuita (o no), sutil, sibilina, silenciosa, impúdica, totalmente perversa y letal que va envenenando poco a poco pero de manera insistente y constante cualquier ámbito en el que esa persona se encuentre; me refiero a esa maldad oculta, que se esconde en los pasillos y en las salas de trabajo, en las cocinas y en los salones  de las casas, en los andenes y en las marquesinas de autobús; esa maldad que se va fraguando con comentarios aparentemente inocentes y casuales (alguien dijo que en esta vida no existen las casualidades, sólo existen las causalidades), con miradas no menos instigadoras y paradójicamente efímeras y con gestos voluntariamente, maliciosamente delatores (en el fondo, lo único que consiguen es delatarse a ellos mismos. Y todavía no se han enterado). Me refiero a esa maldad exclusiva de personas amargadas, tristes, insatisfechas, hipócritas, malas personas -en fin, lo que solemos entender por unos/as auténticos/as hijos/as de puta-, cuyo único papel y cuya única función en esta magnífica vida que nos ha tocado vivir es la de hacer daño, la de meter cizaña y acabar -por envidia, por celos, por algún trastorno psicosocial o no sé por qué razón, y, la verdad, no voy a averiguarlo porque, ciertamente, tampoco me importa- con la alegría, el optimismo, el trabajo y la vida de los demás.
¡Eso sí que me pone! ¡Eso, señoras y señores, eso es pornografía pura! ¡Pornografía de la buena!

Lo demás, lo de la piel, el cuerpo, el sexo, el placer..., comparado con todo lo anterior, es una chiquillada.

MORALEJA. Dejémonos de tonterías, dejémonos de juzgar y de acusar a los demás y procuremos, como mínimo, tener nuestros secretos, nuestras debilidades y nuestras miserias a buen recaudo. Porque, como dijo un tal Jesús -¡ese sí que era un buen líder, vive Dios!- quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra...

http://1personafemeninosingular.blogspot.com.es/2012/10/indecente-yo.html