viernes, 17 de mayo de 2013

ESO O PELILLOS A LA MAR

Tengo una amiga a la que le pasa de todo. El otro día me llamó para explicarme una cosa que le acababa de suceder. Para poner en antecedentes a mis queridos lectores, les diré que mi amiga -cuyo nombre no diré para mantenerla en el anonimato y, así, preservarla de más jocosos comentarios- es profesora de un colegio privado, de esos de pago pago, de esos de uniforme y de hípica como actividad extraescolar, en la zona alta de Barcelona. Bueno, la cuestión es que me llamó a eso de las seis de la tarde de un viernes para decirme que se iba de compras a un centro comercial a la otra punta de Barcelona (es que mi amiga es muy escrupulosa en eso de separar el trabajo con el ocio porque no soporta estar paseando y encontrarse con algún alumno suyo. por eso, también se fue a vivir muy, muy lejos de su lugar de trabajo, para no encontrarse a nadie de su tutoría o de sus clases de ciencias o del colegio en general cuando bajaba en chándal y zapatillas a tirar la basura o a comprar el diario los domingos por las mañana). A lo que iba, que me enrollo mucho, que se iba de comprar y que aprovecharía para depilarse porque se iba de puente. Hasta aquí, todo normal, ¿no?
Bien. Al cabo de un par de horas, recibí otra llamada suya.
-Qué fuerte, tía. No veas lo que me acaba de ocurrir.
-¿Qué ha pasado?
-No te lo vas a creer.
-Chica, arranca ya.
-Pues, nada, ya sabes, que me he ido a Diagonal Mar.
-Sí, ya me lo habías dicho.
-Y he hecho unas cuantas compres.
-Sí, también me lo habías dicho.
-Y he aprovechado para depilarme.
-Sí, eso también me lo habías dicho.
-Todo eso en el quinto coño, ¿no?
-Sí, siempre lo haces.
-Pues nada, que una chica con una bata lila, muy mona ella, me hace pasar a la cabina. ¿Ingles? Y yo, pues sí, ingles. Y ella ¿entraditas? Bueno, lo justo. ¿Caribeñas, brasileñas o integral?
-Te sigo.
-Le dije brasileñas, como siempre, y ella me contestó vale, pues vete preparando que ahora vengo.
Yo no entendía donde estaba el misterio, la verdad, pero dejé que siguiera hablando.
-Y allí que estoy, me quito el pantalón y los zapatos, y me quedo, de cintura para abajo, en bragas y calcetines de media.
Seguía sin saber a dónde llevaría esa conversación.
-Llegó ella y empezó a prepararme. Que si los dos lacitos de papel para estrechar al máximo los laterales de las bragas, que si el elástico de las bragas lo más abajo posible, que si un aceite especial, que si los polvos talco, que si toda la pelambrera al aire, que si los calcetines de media. ¡Qué imagen más patética! Pero, bueno, yo, allí, abierta de patas, de esa guisa, mirando al techo y esperando la primera palada de cera caliente y el primer estirón que no veas cómo duele.
-Sí, ya. Eso nos pasa a todas.
-Bueno, pues, mientras las chica de la bata lila está preparando la cazuelita de la cera, noto cómo me mira y va y la tía me dice lo descuidada que tengo esa zona. Joder, con la diplomacia y el saber estar de las esteticienes estas. No debe tener ni la ESO. Yo sigo mirando al techo, como si no fuera conmigo la cosa. La chica empieza a extender la cera caliente por la ingle derecha, cómo quema la jodida, unas palmaditas y, mientras arranca el primer papelito, me suelta oye, tú eres profesora, ¿no? ¡¡¡Ahhh!!!! Me cagüen… No sé qué me había dolido más, si el estirón o la pregunta. ¡Pero, bueno! Si estábamos muy lejos de mi cole. Se me debe notar a la legua. En fin. Sí, soy profesora. Y, mientras empieza a extender otra pala de cera por el mismo lado, está ardiendo, da unas palmaditas para, acto seguido, volver a arrancar el papelito, me suelta de un colegio de la zona alta, ¿no? Esto ya me huele a chamusquina, como la cera maldita. ¿No te acuerdas de mí? A ver, criatura de Dios, ¿no me ves cómo estoy, aquí, abierta de patas, con media pelambrera al aire, las bragas que parecen un regalito con esos ridículos lazos de papel y los calcetines de media? ¿Cómo quieres que me acuerde de nadie? Yo lo que quiero es pasar este mal trago y largarme a mi casa. 
Yo empiezo a descojonarme al otro lado de la línea.
-No, espera, que aquí no acaba la cosa. Ingle izquierda. Pala de cera ardiendo, la palmadita de rigor y, cuando está a punto de arrancarla de mi sufrido cuerpo, me suelta soy Teresa. Tú fuiste mi tutora hace siete años. Pero, ¿¡por qué tiene que pasarme esto a mí!? ¿Ah, sí? Lo siento. Han pasado muchos años y pasan tantas caras y tantos nombres que ya me resulta muy complicado acordarme de todos. Otra pala de cera, otra palmadita, esta ligeramente más contundente, y otro tirón, pues deberías acordarte. Me la impresión que la tía esta está poniendo cada vez más fuerza y empeño en eso de arrancar los papelitos con la cera de las narices. ¿Ah, sí?
Yo no sabía cómo reprimir mis carcajadas. Con lo escrupulosa que era mi amiga en esos temas y tuvo que ir a parar allí. ¡Qué desgraciada!
Mi amiga, sin embargo, seguía con su tono serio el relato de los bochornosos acontecimientos.
-Parte central de la zona púbica, la más sensible. Pala de cera, sí, deberías acordarte, cera ardiente, pegajosa y ardiente. Palmadita rotunda en la zona en cuestión. ¿No habíamos dicho que era la más sensible? ¡Un poquito de cuidado, por favor! La chica, mira que hay centros de depilación en la ciudad, mira que hay chicas en ese puto centro, y me ha tenido que tocar Teresita, la mi tutoría de hacía siete años, no, si..., la chica coge con cuidado el papelito, me mira con malicia, sonríe ligeramente pero yo veo en su rostro algo parecido a la venganza, da otras palmaditas y arranca el papel de los cojones con toda su mala leche mientras pronuncia con tono de ofensa y auténtica solemnidad tú me dejaste sin título de la ESO. 
Yo no podía parar de reír.
-Sí, tú ríete. ¡Cojones con la tía! Tengo las ingles destrozadas. Si hasta me ha hecho sangre, la muy bruta. Y encima la tía me suelta que no hay rencor, que pelillos a la mar. ¡Joder, si no me ha dejado ni uno! Dudo que vuelvan a crecer los condenados.
No sabía qué decirle a mi amiga.
-Esta noche reviso todas las notas que el jueves tengo evaluación final...